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Jueves, 18 de Abril de 2024

Las creencias religiosas y el ataque fanático en París

20 Enero, 2015

¿Qué pensaríamos si los simpatizantes de un partido político dijeran que es una ofensa personal hablar mal de su partido? ¿Qué pensaríamos si los comerciantes toman como ofensa hablar mal del libre mercado y quieren castigar a sus ofensores? Bastaría que fuéramos un poco liberales para pensar que es absurdo, que las ideas y opiniones deben enfrentarse y discutirse libremente. Sin embargo las ideas y creencias religiosas reclaman el derecho de que nadie hable mal de ellas. ¿Porqué se puede hablar mal de las ideas políticas y económicas, y no de las religiosas?

Si alguien se siente ofendido cuando hablo mal de su partido político, allá él; ese es su problema. Pero si hablo mal de su fe religiosa ¿puede darme un puñetazo? De qué privilegio gozan las creencias religiosas para que no se puedan criticar ni ridiculizar, a diferencia de todas las otras ideas. Hay una confusión aquí: las creencias en lo sagrado no son sagradas. Cuestionar esas creencias no implica ofensa ni sacrilegio. Cuestionar la mitología griega no implica ofender a Zeus.

En ciertos medios pseudo académicos es frecuente escuchar afirmaciones como “Esa es mi opinión y exijo que se respete. Usted tiene la suya y yo la respeto”. Hay otra confusión aquí: poner en duda mi opinión no es insultarme. ¿Por qué pensar que todas los opiniones son respetables por el mero hecho de que una persona respetable las sostenga? Lo que son respetables son las personas, no sus opiniones. Respetamos a Aristóteles, pero refutamos todas sus opiniones científicas.

Si tenemos que escoger entre: a) “Todas las opiniones son respetables”; b) “Ninguna opinión es respetable” propongo que adoptemos 'b'. La posición intermedia: c) “Algunas opiniones son respetables” debe añadir “temporalmente”. Al decir “opinión” incluyo las creencias religiosas.

¿Qué decir de las opiniones que resultan ofensivas para los creyentes de una religión? Muchos de quienes condenan los ataques a la revista francesa Charlie Hebdo añaden que “ciertamente las caricaturas eran ofensivas”. El problema es que son los creyentes mismos quienes juzgan si algo los ofende o no. Lo que es inofensivo en cierto tiempo y lugar puede ser muy ofensivo en otro. ¿Qué hacer entonces ante las ofensas a los símbolos religiosos? La respuesta civilizada es la misma que ante cualquier otra ofensa: la ley. Si existen leyes contra la blasfemia, se respetan. Si la libertad de expresión es un derecho, se respeta también. En caso de duda un juez decide, no la conciencia individual.

Twitter: @memohinojosa

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